sábado, 10 de noviembre de 2012

'Lo imposible', en clave valencianí


(Foto: http://noticiesdeturis.blogspot.com.es/)


Mejor filme nacional del año 2012, según las aplastantes cifras.

Dicen aquellos que entienden, de lo poco fiable en este intrincado entorno, que haber hay fieles y reconocidos valencianistas -no impostores- con capacidad y liderazgo suficiente para tomar las riendas de este Valencia y gobernarlo de otra manera, con otras intenciones y bajo otra “democracia”, quizá sesgando una cuota de los asépticos tecnócratas que están dirimiendo el sentimiento del valencianismo más purista.

El término acuñado como “Llorenticracia”, esa apisonadora que inexorablemente destruye cada porción de sueños y perpetra un desfalco a la ilusión del aficionado de a pie, y camuflada por el manto de los guarismos económicos, actúa sobre la peana de un plan de viabilidad insostenible, cuyos recursos -venta de los mejores jugadores, etiquetados como activos y usados como mercancía- son una fuente agotable, veleidosa y al amparo de una irresponsable contingencia, lo que podemos denominar una estrategia etérea y con fecha de caducidad.

El desconcertante panorama actual, manipulado como salvoconducto para justificar todos y cada uno de los movimientos dados por el mandamás del Valencia CF -el esbirro testaferro del innombrable banco-, fue el caldo de cultivo idóneo para poner en marcha la maquinaria y poder llevar a cabo la estratagema de la cúpula valencianista, en connivencia con la plana mayor de la Comunitat y coadyuvados por distintos organismos y entes, diseñando y cristalizando una verdadera obra de ingeniería hasta engendrar este monstruo con tinte tiránico, la patente de corso “llorentinista”, lo imposible.

La ‘Fundación VCF’, ese aparato aparatoso bautizado como entidad independiente con fines socio-culturales -demostrado sofisma-, es la herramienta sacada de un sombrero para esgrimir un totalitarismo absolutista, la llave maestra que permite y habilita la autodeterminación más recalcitrante de un colectivo dirigente hermético y de espaldas a una gran parte del valencianismo, que continuará impenitentemente al frente del club del Turia, porque ha patentado la fórmula alegal de subsistencia perpetua. Unos gurús.

La Junta General de Accionistas de ayer -que tildé de Tunda General de Ilusionistas-, ya resuelta el pasado martes, fue una pantomima de infame prestigio, cuyo leitmotiv estuvo protagonizado por un cruce de rencillas, ajustes de cuentas y piques personales bajo un clima soez y bochornoso, descolló la desfachatez en la platea de La Pechina. Espectáculo dantesco, grotesco, kafkiano. No merece mayor escaparate.

Lo triste de este desaguisado es que, como sucede con la célebre película de J. A. Bayonas, te provoca una honda aflicción, pero el final, infaustamente, lo conocemos todos de antemano. Lo que se traduce en un desencanto instaurado en la parroquia che.

Lo imposible de conseguir, lo imposible de evitar, lo imposible de soñar.

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