David Albelda Aliqués, o lo que es lo mismo, actualmente el mayor generador de filias y fobias, la controversia por antonomasia, entre aficionados del Valencia.
En el trasiego de futbolista profesional a ex, y apurando sus últimas gotas del elixir valencianista, el de
Variopinto mundo de opiniones este, conformado desde la más entusiasta e intransigente a aquella que intenta mantenerse lo más aséptica posible y eludir ser engullido por el contaminado entorno, que lo está. Amplio abanico de propuestas y postulaciones, atestando gustos y colores, que vienen a bosquejar un retrato desvirtuado del ‘6’, tanto para bien como para mal, entremezclándose ampulosos panegíricos que parecen describir al último mesías del Camp de Mestalla con iterativas invectivas que tratan de ultrajar su nombre, motivadas por el desafortunado -pero real- capítulo extradeportivo que por todos es conocido. No seré yo quien aconseje a estos paladines claudicar ante el asfixiante acoso y derribo de cierto sector del núcleo duro de la prensa deportiva valenciana, no, es necesaria esa herramienta inconformista que actúe en base al principio newtoniano de acción<-->reacción. Lo que sí me parecería recomendable es apartarse un poco de esa línea tan agresiva y despectiva, andar elegantemente por el hilo sin necesidad de caer al vacío faltón. Captaría adeptos ese batallón. O al menos menguaría el grado de inquina recolectado hasta el momento, que no es poco.-->
Respecto al perenne ejercicio de sumo enaltecimiento a David por parte de periodistas y colaboradores adláteres, a los que crispa la expresión ‘campaña albeldista’ en la acepción que los señala, es un hecho ya implantado en la comunidad periodística deportiva de la ciudad del Turia, por muy alto y grave que sea el tono empleado en sus reputados micrófonos en sus tentativas de desmentir, exculparse o atizar a los “injuriosos desestabilizadores”. Existe, sí, una maquinaria perfectamente engranada y dispuesta a elevar al capitán a techos que, bajo mi humilde punto de vista -seguramente esté equivocado-, no le corresponden, sin querer entrar en turbios asuntos ajenos a su quehacer como futbolista profesional. Y es ahí, con esos aires altaneros y creyendo empuñar el sable axiomático, donde habita la necedad del que pretende imponer su dictamen, desdeñando el resto, primeramente por ser contrarios a su juicio imperioso, y en segundo lugar, algo que repudio con vehemencia, por su procedencia ajena a su profesión. Vamos a ver, que usted es licenciado en periodismo o ciencias de la información, no doctorado en futbología. Ciencia que, por cierto, es intangible, indeterminada y jamás se podrá baremar. Por tanto, no sea obtuso, corto de miras y abra la mente, que el título no es para aleccionar al oyente/lector/telespectador, praxis errónea donde las haya, sino para dignificar un oficio en evidente decadencia y laboralmente maltratado por esta galopante crisis. Igualmente me gustaría hacer mención a lo que denomino ‘infopinión’; acción llevada a cabo por periodistas y que consiste en emitir una opinión encubierta, camuflada o combinada de información, sirviéndose de dicho salvoconducto para colar unos inputs intoxicados, tergiversados a su antojo, labrándolos según sus intereses profesionales o personales. Untura, usura, atadura, las causantes.
Ahondando en términos futbolísticos, y sin querer apartarme de los conceptos más puristas del balompié, Albelda es un jugador cuyo depósito entra en reserva antes de llegar al destino, es una obviedad, si bien el acertado robo de balón en el minuto 93 del ya pasado enfrentamiento ante el Getafe, en un momento del partido completamente anárquico y roto, se esgrimió para maquillar ciertas carencias que venimos anunciando desde hace tiempo. El longevo futbolista valenciano aporta cosas positivas, claro que sí, como son picardía, estabilidad y seriedad táctica -aunque matizo este aspecto; se beneficia de su mega retrasada posición, incrustándose entre los centrales, rol que no he visto desempeñar a nadie más del actual plantel, lo que le permite acometer las coberturas de modo mucho más fácil-, ese punto leñero oportuno y capacidad de mando sobre el tapete. Hasta ahí, paren de contar, no continúen con más loas futboleras porque no hay más carrete del que tirar. Y como contrapartida, negativa, tenemos a un mediocentro cuyo déficit físico evidencia una merma en ocupación de parcela en zona ancha, obligando a retrasarlo unos metros para evitar recorrido de espaldas y resguardarlo con la pareja de zagueros, lo que muchas veces se interpreta apócrifamente como mejoría defensiva, cuando en realidad se está menoscabando el centro del campo, la verdadera asignatura pendiente. Es una pieza relativamente válida, y a pesar de sus últimas actuaciones correctas -no estratosféricas, imperiales ni memorables como se han publicado, se pide un poquito de seriedad y equidad-, habrá que evaluar su competitividad efectiva ante rivales de peso y/o en citas de nivel para ser muníficos con él. Y no al revés, como se actúa por inercia en Valencia, adulterando el producto aprovechando el estatus de su etiqueta, siendo arrastrados por el instigador rodillo tendencioso.
Referente a su supuesto fuero para inmiscuirse en la sección de otros que perciben un gran sueldo del club, lo catalogo de insensato e innatural, rompe la armonía grupal y forja divergencias. No suma, vaya. Una cosa es que las heridas de guerra defendiendo la casaca blanquinegra le hayan otorgado la capitanía y galones para tener potestad dentro de ese vestuario -y de paso tener reservado un privilegiado hueco en el Olimpo de la historia del club-, y otra bien distinta que, estando contratado como futbolista, tenga mayor poder de acción -subliminal, eso sí- que otros accesorios del consejo de administración u organigrama. Roza lo kafkiano. Todo esto cogido con pinzas, claro.
David, uno de los estandartes del Valencia durante la última década -no el único-, merece una despedida acorde a su buen rendimiento deportivo, a su demostrado compromiso y a sus años al servicio de este club, si bien una retirada a tiempo es un claro ejercicio de responsabilidad, no entorpecer más la entrada de savia que renueve una demarcación claramente mejorable, mal que pese a los ultrafans del poblatano. Homenaje que inexorablemente levantará ampollas, ya no solo por los anti, sino por las comparaciones con las salidas de otros grandes valencianistas a los que no se les brindó semejantes honras, sin haber acopiado deméritos que eluciden tal leonino proceder. Arbitrariedades varias…
Como es quimérico conseguir ensartar o sintonizar tan aferrados y distanciados pareceres -singular genoma de la indefectible idiosincrasia che-, allá cada cual con su libre albeldrío...