lunes, 21 de marzo de 2011

Estrella Damm apoya al Valencia CF con Pepe Ribes como anfitrión

Os presentamos el vídeo promocional de la nueva campaña del patrocinador oficial del VCF, Estrella Damm, que ha elegido al regatista valenciano Pepe Ribes como protagonista de la misma.




El navegante se declara valencianista de pura cepa, muestra de ello ha sigo el gesto de llevarse la bufanda ché a la 'Barcelona World Race', vuelta al mundo de vela, a bordo del Estrella Damm, para darle fuerzas en tan sufrida aventura surcando los mares de todos los océanos. A pesar de las 15.000 millas de distancia, el simple hecho de enfundarse la bufanda del Valencia CF le hace sentirse cerca de los suyos y, como un valencianista más, apoyar a su equipo.

En esta nueva entrega, Estrella Damm demuestra su sincero y férreo compromiso con el Valencia Club de Fútbol, llevando a cabo una emotiva, sorprendente y magnífica campaña que hará las delicias de toda la afición ché.

Un 10 para Estrella Damm, sin duda uno de los patrocinadores del Valencia CF más fiel, comprometido e identificado con los valores del valencianismo. Esperamos que lo disfrutéis.

Estrella Damm y Pepe Ribes, gracias y AMUNT!


martes, 15 de marzo de 2011

Catarsis o depresión





En una noche aspérrima y mustia, uno reflexiona sobre la nefasta semana que cerró el Valencia el pasado sábado en La Romareda, con repaso, goleada e imagen bochornosa en la mochila. Pasada la ventisca de ácidas críticas y clamores al cielo –justificados y con razón todos ellos, tras el hondo dolor ocasionado en la parroquia ché-, analizando y profundizando en este Valencia, queda al descubierto que el nivel de competitividad real ha bajado enteros, cuando la suerte no llama a la puerta y/o el árbitro no te concede regalos es cuando afloran las miserias del equipo, sobrevalorado por la mediocridad de esta Liga, las caretas se caen por sí solas.

A nadie se le escapa que la sangrante eliminación de Champions, ante un Schalke inferior cualitativamente –pero con mayor oficio y acierto-, podría conllevar un traspié en la competición casera, la extensión del batacazo europeo, es hasta entendible, pero la manera de caer humillados ante un Zaragoza en horas bajas dista mucho de lo esperado por un octavofinalista de la mejor competición europea y el mejor clasificado de la “otra liga”, es inadmisible el arrastre, deriva y apatía del que fuimos testigos en tierras mañas, así no.

La irritable valuación de Unai la dejaremos para otra ocasión  –fue un espejismo el etéreo cambio de estos últimos días-, hay que hacer hincapié en la falta de actitud y espíritu por parte de los jugadores, es el problema que encabeza este desaguisado, la principal tara, es un hecho axiomático a la vista de todos. Es inexcusable la carencia de amor propio y sacrificio por el escudo que portan en sus camisetas, ni siquiera el varapalo de Alemania les confiere salvoconducto para permitirse tal descuido. El Valencia lo defino como una máquina destruyesueños, que poco a poco va devorando la ilusión de cada valencianista en los momentos clave, un inexorable rodillo que apisona toda euforia viviente.

Llegados a este punto, la gravosa losa adquirida debe ser tratada para minimizarla cuanto antes, deben soltar lastre anímico para no caer en una minicrisis, por ende, en estado depresivo, es aconsejable una profunda introspección para tomar aire, retomar el rumbo y afianzar el único objetivo que permanece intacto y, a la postre, verdadera meta de una conformista directiva, que se aferra al manido argumento de la frágil situación económica que atraviesa el club, pero que no convence a un amplio sector del valencianismo.

Al mal tiempo, buena cara, y a los problemas, soluciones, el cuerpo técnico y la plantilla debe afrontar estos 2 meses y medio que restan de campeonato con auténtica hambre y orgullo, como prueba de fidelidad y compromiso al club que representan y les paga, sin obviar la deuda con una afición desencantada e insatisfecha. Creo que hay ingredientes y herramientas suficientes para ello, ni antes éramos tan buenos ni ahora unos mantas, sin dramatizar la realidad es que, con nuestras limitaciones, se puede concluir una temporada aceptable para el VCF, aunque sin eliminar de nuestra memoria las numerosas carencias que hemos ido grabando en nuestra retina, que a final de temporada se convertirán en férreas exigencias.

Reacción o decepción...

martes, 22 de febrero de 2011

Identidad oculta, personalidad fútil y juego ecléctico





El de Hondarribia tuvo bemoles de afirmar en rueda de prensa, tras el triste empate a 0 ante el Sporting, que el Valencia tiene definido su juego y que la identidad del equipo es la que le ha llevado a estar terceros en liga con 48 puntos.

El pasado sábado la parroquia ché fue testigo del peor partido de su equipo en lo que va de temporada, un soporífero, anodino, y aburrido encuentro que provocó bostezos a diestro y siniestro, un indignante espectáculo que invitaba a sestear más que a disfrutar de semejante tostonazo infumable.

El Valencia se topó con una tenaz y eficaz muralla rojiblanca, fue incapaz de crear ocasiones de gol durante 80 minutos, con un juego apático y nada atractivo, sin criterio a la hora de mover la pelota, un popurrí de imprecisas ideas que se traduce en algo intangible, que termina por desesperar a los aficionados. El camuflaje resultadista está haciendo su trabajo a la perfección, pero una vez que los resultados no acompañen –algo de esperar tarde o temprano- saldrán a flote las carencias, taras y mediocridad de este Valencia, que si bien está completando una temporada fabulosa en cuanto a números, las positivas estadísticas son inversamente proporcionales al juego desplegado, opinión que comparte una gran mayoría de valencianistas.

Unai, agobiado por tanta crítica, empieza a justificarse –porque las excusas y argumentos se acaban- anteponiendo los resultados y echando mano de los guarismos cosechados por el equipo para salir del brete, sorprendiendo a todos aseverando que el equipo tiene identidad y un juego definido, algo chocarrero y que dista de lo que se ve en el campo partido tras partido. Si tan seguro está de ello, vano trabajo el que ha realizado en estos 2 años y medio, ya que precisamente es lo que se demanda, esa falta de identidad propia, que lo caracterice, cuya personalidad fútil puede ser el reflejo de un entrenador timorato y sin carisma. Si el camino se tuerce en las próximas semanas -en pocos días habrá rivales complicados- será mucho más laborioso reconducirlo teniendo como base esta impersonal manera de jugar, es lo que se atisba y se teme.

Entrando en materia, el vasco ha utilizado 4 sistemas diferentes en 3 partidos, claro síntoma del inconstante método y estilo táctico, siendo infiel a su propia filosofía, enredándose a sí mismo. Un mediocampo con Topal y Tino Costa –nueva Emerada, retrasando a un centrocampista llegador y metiéndolo con calzador en el doble pivote- es sinónimo de quite y brega, pero nula canalización del balón, lo que te lleva a transiciones y juego directo, declinando la oferta de sentido y toque para otro día.

Míster que vino a Valencia con la vitola de estudioso del fútbol y maestro de la estrategia, que pontificaba sobre tácticas de fútbol, con un expediente corto pero llamativo, afable y con muy buenas intenciones, pero que, tras cumplir 100 partidos como entrenador del Valencia CF, se ha convertido en una caricatura de lo que fue e incapaz de convencer a la afición –la directiva también tiene dudas-, cuyo posiblemente único sustento y pilar sea seguir en puestos privilegiados de la liga y vivo en Champions, por lo que a tenor de lo que ocurra de aquí a final de temporada, se irá concretando o no la idea de buscarle recambio el próximo verano.

El fútbol es diversión y emoción –además de sufrimiento-, sentimientos que al público de Mestalla le han sido despojados, el pueblo ché no se identifica con su equipo, no lo reconoce, no le convence, y no hay visos de cambio a corto plazo, ya que el hombre de la batuta continúa encallado en su sempiterna búsqueda por una naturalidad que no llega.

No, señor Emery, para muchos este Valencia no plasma ninguna identidad, su personalidad es insustancial y el juego, por denominarlo así, deja mucho que desear. Exigentes nos apodan...

jueves, 10 de febrero de 2011

Controversia en Mestalla





A pesar de los evidentes buenos resultados que está cosechando el Valencia, permanece el rum rum en la grada, nacen debates sobre las tácticas utilizadas por Emery y crecen las críticas y dudas respecto al juego que despliega el equipo.

Cuartos en Liga -a un paso de la tangible tercera plaza-, en los albores de disputar unos apasionantes y ansiados cuartos de Champions y con una plantilla bastante interesante, que ha sabido sobreponerse a las mediáticas salidas de Villa y Silva. A priori, ingredientes suficientes para tener al respetable ché contento, satisfecho y sin levantar polvareda.

Pero la afición valencianista -no toda, pero sí un amplio sector representativo- no las tiene todas consigo, es así, especial y particular como pocas, exigente hasta el final y no da tregua bajo ningún concepto. El aficionado, testigo de la mutación hacia un juego carente de personalidad y brillantez, lo sabe y así lo expresa, a pesar de la buena racha de su equipo, cuyo subterfugio resultadista mantiene vivo -que no intocable- el proyecto de Unai.

La grada de Mestalla clama, solicita, exige abiertamente un cambio de rumbo en la dinámica de sus jugadores sobre el césped, hastiada de un juego ramplón, antiestético, poco llamativo y agradable al ojo. Son muchos los minutos acumulados donde un fútbol fulgente se echa en falta, únicamente ciertas pinceladas de los que poseen más calidad y el acierto de los de arriba son la válvula de escape de este Valencia, tan impersonal como eficiente, tan desapasionado como hábil.

Para muchos, son las sensaciones que transmite el equipo las que generan cierto recelo sobre su potencial real, que siempre da la de arena y su peor cara ante rivales de peso, las estadísticas en enfrentamientos con equipos punteros son de auténtica pena, fiel reflejo del bajo nivel competitivo. Se está a la espera de ese punto de inflexión que conlleve un giro de 180 grados en cuanto a estilo futbolístico, que vuelva a conquistar a un graderío anheloso de buen fútbol y que la comunión afición-equipo resurja como antaño.

El ronroneo entre valencianistas respecto a la heterodoxa manera de ganar se respira, se siente, es una realidad que se palpa en el ambiente. El club se ha hecho eco y por ello ha lanzado un sensacionalista -y genial- vídeo para el duelo ante el Schalke, que toque la fibra, capte adeptos e invoque a todos para terminar de abarrotar el Camp de Mestalla, en sintonía con el equipo en tan trascendental cita europea -la más importante en lo que va de temporada-. Aplaudo dicha iniciativa, aunque no dudo del compromiso de la afición en estas noches mágicas, donde el sentimiento ché aflora casi por inercia. Esperaremos expectantes...

lunes, 24 de enero de 2011

Unai, tenemos un problema




Palos con gusto no duelen, pero cuidado.

El árbol (resultados) que tapa el bosque (severas deficiencias en defensa y mediocampo) es lo que está salvando a Emery estas últimas jornadas, con goles en las postrimerías del partido y saliendo, además, claramente beneficiado de las decisiones arbitrales.

Nuevo -y sufrido y polémico- triunfo del Valencia en Mestalla, tres puntos más que aseguran seguir la estela del vecino castellonense y afianzarse en puestos Champions, el objetivo primordial del club -y de "nuestra liga"-.

Hasta aquí todo bien, pero no es recomendable ser acomodaticio y conformista y quedarse con el resultadismo puro, hay que dar un paso más, reflexionar, analizar en profundidad y desmenuzar los serios problemas que arrastra el equipo, vicios pasados gestados en la era Emery, una cargante rémora que dificulta el buen hacer de este equipo, que frena el potencial de esta plantilla.

Desde hace mucho tiempo el Valencia ha perdido su seña de identidad, carente de personalidad propia, el aficionado de a pie no relaciona a su equipo con un juego definido, estable, reconocible, no se exige que practique un juego excelso como el actual Barça –que, por cierto, nadie consigue alcanzar-, sino que se determine un estilo que caracterice al equipo, no el vaivén de ideas que se plasman en distintos partidos sobre el césped, el batiburrillo y mezcolanza de conceptos futbolísticos que solo hacen intervenir negativamente en la búsqueda de esa armonía futbolística, de la que adolece este Valencia y echa en falta el respetable ché. Las inexplicables e injustificables pájaras y faltas de concentración, ambición y amor propio de los jugadores por el escudo que portan en sus pechos, a lo largo del partido, es otro de los síntomas eméricos, la falta de carácter del míster -persona timorata y testigo presencial de varias sublevaciones en el vestuario y banquillo- tiene consecuencias en aquéllos, es causa directa de esos sorprendentes decaimientos.

La defensa, tras innumerables variantes y pruebas, sigue siendo permisiva y apocada, las líneas no guardan la distancia de seguridad –los carrileros están haciendo mucho daño, dejando verdaderas autopistas a merced del rival-, no está conjuntada y en sintonía con el centro del campo, se parte con suma fragilidad. Reminiscencias pasadas de aquellas defensas aguerridas, poderosas, auténticos muros casi inexpugnables, vienen a la cabeza, era uno de nuestros puntos fuertes y principales armas, nos conocían –y nos temían- por eso. Cuesta recordar en esta nueva etapa un cuarteto defensivo que realmente nos haya dejado satisfechos, se están cometiendo errores garrafales difíciles de digerir y no acordes a la categoría del VCF, uno tras otro, se repiten de manera sistemática en casi todos los encuentros. Y lo peor, son equívocos subsanables, de los que se corrigen en los entrenos, pero en los que vuelven a incidir semana tras semana. Eso es lo que molesta.

En mediocampo más de lo mismo, salvo que la mejor versión del argentino Banega –que esta temporada ha vuelto a diluirse- coja la batuta y se ponga a dar su particular recital de pases, dando criterio y sentido a la pelota, no hay nadie en la plantilla que sepa organizar el juego, se cae en el infumable juego ramplón de hace unos años –tras el declive de la fantástica e inolvidable pareja de baile Albelda-Baraja-. Personalmente me incomoda sobremanera seguir viendo a Albelda arrastrándose por el campo, cuyo físico ya no acompaña y solamente le sirve para acoplarse a los centrales, retrasando su posición y generando un vacío en la zona ancha del campo. La alternativa natural, Mehmet Topal, es la esperanza de muchos valencianistas en jubilar al de la Pobla Llarga y convertirse en el necesario stopper del equipo. Otro fallo, a mi entender, es la desacertada decisión –nueva emerada- de poner al argentino de Las Flores –Tino Costa- en la demarcación de distribuidor/conductor del juego, cuando es sabido por todos que es un centrocampista ofensivo, llegador, que manifiesta toda su capacidad cuando juega respaldado y escoltado por dos pivotes mediocampistas, liberándolo de estrictas tareas defensivas –aunque también trabaja lo suyo- y concediéndole esos metros de libertad para conexionar con los compañeros atacantes, haciendo uso de su principal herramienta, el potente disparo a media distancia. El esencial problema es la ausencia de Silva, ese jugador que sepa pensar y elegir la mejor opción de pase en los últimos metros, que haga fácil la consecución de jugadas de peligro y canalice de modo eficaz la posesión ofensiva del balón, por tanto, que imprima clarividencia en línea de tres cuartos. La privación de esta vital pieza convierte inexorablemente la propuesta en juego directo y vertical, lo que muchas veces acarrea pérdidas de posesión y, ante equipos potentes, graves desbarajustes tácticos que conllevan a los nada estéticos correcalles.

Si uno ojea la clasificación, estos pequeños matices no le importan demasiado, no se para a evaluarlos -¿Para qué?-, él ve a su equipo ahí arriba y está cómodo, le vale. Otros somos más contestatarios y así lo expresamos, sin tapujos ni paños calientes, porque no nos consideramos resultadistas, sino románticos del balompié.