El domingo nos tocó la carita
un rival minimosca y de angostos mimbres, aguantando en su ángulo del
cuadrilátero, con la suerte de cara y un gancho inesperado que abortó la
reacción de los de Nuno. Derbi facticio en lo institucional, polémico en lo
arbitral y regulero en lo futbolístico.
El Valencia deshincha su
faceta resultadista poco a poco, y lo que es peor, la efectividad está siendo
el termómetro de este equipo en formación. En realidad no se está viendo un cambio
actitudinal y de juego tan llamativo, solo que ahora no materializas las que
tienes y entran las del contrario. Roles permutados que invitan a ahondar en un
análisis menos formulista que de costumbre. Gustó que el porfiado técnico luso
se aventurase a introducir variantes en el once para intentar enderezar el
mástil mediocampista -probatura Gil como temporero creador en el interior
derecho- y cortejar a un André que se desapega a pasos agigantados de su
equivocada encomienda reguladora. Lo poco salvable fue ver a un delantero de la
talla de Negredo, que si bien está ultimando su pretemporada particular -como
quedó claro a la vista de todos-, abocardó el muestrario atacante. Y a un
reivindicador De Paul, que en dos fogonazos nos dilató las pupilas cual mescalinada bakalaera, evocándonos ese
posible espejismo que no queremos que acabe en amor de verano.
Como apunte final, cuando no
sale de cara, algunos ponen en el disparadero a los blancos facilones, aunque estos
no hayan sido partícipes directos de la debacle del grupo, pasando de soslayo a
aquellos que sí lo son. Lo denomino "inercia repulsiva", y me alegra comprobar que se les toma la matrícula con respuestas reprensivas. Trampantojos los
justos a estas alturas, oiga. Quizá el facilón, en realidad, sea usted y su lábil y oportunista conclusión.
1 comentario:
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