En una noche aspérrima y mustia, uno reflexiona sobre la nefasta semana que cerró el Valencia el pasado sábado en La Romareda, con repaso, goleada e imagen bochornosa en la mochila. Pasada la ventisca de ácidas críticas y clamores al cielo –justificados y con razón todos ellos, tras el hondo dolor ocasionado en la parroquia ché-, analizando y profundizando en este Valencia, queda al descubierto que el nivel de competitividad real ha bajado enteros, cuando la suerte no llama a la puerta y/o el árbitro no te concede regalos es cuando afloran las miserias del equipo, sobrevalorado por la mediocridad de esta Liga, las caretas se caen por sí solas.
A nadie se le escapa que la sangrante eliminación de Champions, ante un Schalke inferior cualitativamente –pero con mayor oficio y acierto-, podría conllevar un traspié en la competición casera, la extensión del batacazo europeo, es hasta entendible, pero la manera de caer humillados ante un Zaragoza en horas bajas dista mucho de lo esperado por un octavofinalista de la mejor competición europea y el mejor clasificado de la “otra liga”, es inadmisible el arrastre, deriva y apatía del que fuimos testigos en tierras mañas, así no.
La irritable valuación de Unai la dejaremos para otra ocasión –fue un espejismo el etéreo cambio de estos últimos días-, hay que hacer hincapié en la falta de actitud y espíritu por parte de los jugadores, es el problema que encabeza este desaguisado, la principal tara, es un hecho axiomático a la vista de todos. Es inexcusable la carencia de amor propio y sacrificio por el escudo que portan en sus camisetas, ni siquiera el varapalo de Alemania les confiere salvoconducto para permitirse tal descuido. El Valencia lo defino como una máquina destruyesueños, que poco a poco va devorando la ilusión de cada valencianista en los momentos clave, un inexorable rodillo que apisona toda euforia viviente.
Llegados a este punto, la gravosa losa adquirida debe ser tratada para minimizarla cuanto antes, deben soltar lastre anímico para no caer en una minicrisis, por ende, en estado depresivo, es aconsejable una profunda introspección para tomar aire, retomar el rumbo y afianzar el único objetivo que permanece intacto y, a la postre, verdadera meta de una conformista directiva, que se aferra al manido argumento de la frágil situación económica que atraviesa el club, pero que no convence a un amplio sector del valencianismo.
Al mal tiempo, buena cara, y a los problemas, soluciones, el cuerpo técnico y la plantilla debe afrontar estos 2 meses y medio que restan de campeonato con auténtica hambre y orgullo, como prueba de fidelidad y compromiso al club que representan y les paga, sin obviar la deuda con una afición desencantada e insatisfecha. Creo que hay ingredientes y herramientas suficientes para ello, ni antes éramos tan buenos ni ahora unos mantas, sin dramatizar la realidad es que, con nuestras limitaciones, se puede concluir una temporada aceptable para el VCF, aunque sin eliminar de nuestra memoria las numerosas carencias que hemos ido grabando en nuestra retina, que a final de temporada se convertirán en férreas exigencias.
Reacción o decepción...
2 comentarios:
Como se diría por aquí, una muy buena explicación de la falla.
Aunque la situación deportiva no es dramática, no genera ilusión. Lo peor que le puede pasar a un equipo es acomodarse y tener una afición anestesiada.
El recuerdo de Koeman ha hecho aplicar el refranero español: "Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer" o "Mal si ando y mal si me paro"
Esperemos que vengan tiempos mejores y el equipo nos de una alegría...
Está claro que salimos jodidos de Alemania, pero ya pueden agarrarse a cualquier motivación, porque el aficionado no puede permitir dos actuaciones como las del Sábado.
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