Para los conformistas, para los cobardes, para los acomodaticios, para los resignados, para los exangües, para los sumisos, para los condescendientes, para todos aquellos que aplauden y rinden pleitesía – o aguantan estoicamente- ante un equipo ducho en aniquilar y exasperar la ilusión de la afición, capaz de dejarte un domingo noche con dispepsia ante tal ejercicio de desazón, galbana y falta de compromiso y entrega de los jugadores en el terreno de juego, deficiencias cuasi perennes del periplo de Unai, para todos ellos hoy seré oportunista, sí, oportunismo incubado y alimentado semana tras semana por la triste realidad que nos transmite el actual Valencia, el aspirante a campeón de los mediocres.
Se hace difícil lograr entender que la -fascinante para algunos- tercera plaza en Liga sea motivo suficiente para colmar las expectativas de un valencianista, que ante los numerosos desplantes y esperpentos acumulados -esos que van restando cada porción de confianza y ensueño inherentes al sentimiento hacia este club-, sigan obstinados en defender a capa y espada un estilo sin nombre ni apellidos, un desfalco al valencianismo en toda regla, una tomadura de pelo al respetable ché con semejantes herejías en rueda de prensa, desempolvando el repertorio de excusas y demagogia usurera, parapetándose en el objetivo puro y duro –un tercer puesto que crece y se revaloriza conforme se suman más y más decepciones-, el cual se convierte en salvoconducto para ocultar las miserias de este decepcionante Valencia.
Vergonzoso escaparate el que muestran los jugadores sobre el terreno de juego, apretando el acelerador cuando les conviene o apetece, que cuentan con la incomprensible anuencia del míster, lo que da lugar a una “actitud a la carta”, un auténtico lujo –timo- en los tiempos que corren, indicio de insurrección al de Hondarribia o clamorosa falta de ética y honor a los colores que representan. Esta intolerable práctica se traduce en antitéticos picos de juego, tensión, concentración, ambición, derroche y conducta que terminan por desesperar e impacientar al aficionado más optimista, tolerante y remoto que existe, que no halla justificación alguna en su raciocinio.
Llegados a este punto, con el Villarreal apretando las clavijas, volvemos a un final de temporada nebuloso y tirante, convirtiéndose en un suplicio y contando las horas para que esto acabe con la máxima premura, puesto que algunos ya han activado el modo fuera de cobertura. Llorente maneja los tiempos a su antojo, pero la patata caliente que tiene entre manos podría pasarle factura, estamos en un efervescente momento en el que cada día más y más valencianistas acaban por dirimir sus dudas y se posicionan a favor del cambio, del borrón y cuenta nueva, del soplo de aire fresco, del… basta ya!
2 comentarios:
Al final nada sorprendió, el Valencia acabó tercero, Unai renovó por la magnífica tercera plaza. Eso si convirtiéndose en puro sumiso de Llorente y ahora a esperar la teórica limpieza de la plantilla.
Saludos valencianistas!
Buenas Ángel. Pues sí, 0 sorpresas y todo siguió el estricto guión marcado en septiembre por Manuel Llorente, renovación automática por objetivos.
Tras tener el machete levantado casi toda la temporada, ahora toca asumir y digerir la decisión (acertada o no) del club de nuestros amores y dar nuestro apoyo incondicional -que no absoluto, con matices-.
Braulio tiene enfrente el examen más difícil desde que aceptó el cargo de coordinador de la secretaría técnica de un club tan complicado como el VCF, este verano se puede ver en el brete de tener que buscar salida y colocar de la mejor manera posible a un excedente de 16 jugadores (contabilizando descartes de la actual plantilla y regreso de cedidos que tampoco cuentan), lo que le llevará numerosos calentamientos de cabeza y echar muchas muchas horas extras.
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