En el
rodaje sin averías y cuasi perfecto engranaje de piezas que está ejecutando el
todavía más sorprendente Nuno, el equipo está repostando en el surtidor del
hambre. La llave maestra que está abriendo la puerta del desván olvidado,
catapulta hacia el éxito en aquella imborrable era dorada.
Ese
ingrediente implementado en la dieta por el neófito -pero bien instruido- chef
portugués, está siendo bien asimilado por los jugadores, conscientes de la
historia y grandeza del club que representan, sabedores de la oportunidad que a
su temprana edad les ha brindado su presente profesional. Su insultante descaro
y ambición en el terreno de juego, con espaldarazo de míster y afición, es la
muestra de la connatural avidez de quien no es nadie y quiere darse a conocer, de abandonar la estación del anonimato.
Y así están
encontrándose por el camino el hambre del vestuario con las ganas de comer
personales, para proporcionar mayor autonomía al equipo y sortear el no pisar
el acelerador por imposiciones ecológicas de vacas sagradas acomodadas. Quien
pestañee, al banquillo. Hay materia prima actitudinal suficiente para ir
dejando atrás áreas de descanso y estaciones de servicio que otrora eran ritual
de paradas espontáneas. Algo está cambiando...
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