José Luis Gayà, natural de
Pedreguer, es el querubín de la plantilla, aunque a sus insultantes 19 años
domine el flanco izquierdo como si acumulara dos lustros en primera. Ha roto
moldes conceptuales sobre adaptación de canteranos a primer nivel, desafiando
leyes costumbristas que nos parecían el evangelio futbolístico. El balompié
escapa a corsés fundamentalistas. Es así de caprichoso, para suerte del
espectador.
De las muchas características que
definen a este lateral moderno, como velocidad, posicionamiento, derroche
físico, desdoblamiento y técnica de golpeo, hay dos que destaco por encima de
ellas; la sensatez decisoria y la inteligencia de movimientos. En la ejecución
de ambas se genera el plus sinérgico que le ha llevado al once ideal de la liga
en este inicio de temporada. El canterano no es usuario de ornamentos para el replay,
esa parquedad la hace virtud para seleccionar cada una de sus incursiones y ser
certero en sus acciones, desde un rutinario pase atrás asegurador, a un
acojonante centro milimétrico al corazón del área, pasando por asociaciones
limpias y concisas. Prudente y diligente, como félido a la caza.
Su regularidad en estos dos ratos oficiales no debe llevarnos a categóricas comparaciones hiperbolizadas -que flaco favor le hacen-, si bien en el rendimiento del internacional
sub-21 asoman ya matices sustanciales que invitan a pensar que tras esa barba
incompleta se esconde un jugador talentudo a la par que disciplinado. Que
estamos ante un futbolista especial, diferente, prematuramente maduro, al que
cuesta adivinar techo si no se tuercen los renglones de su prometedor futuro. Es
nuestro, de la tierra y made in Paterna. Atémosle en corto.
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