Álvaro Negredo es el más fichaje del
Valencia en lo que nos hemos comido de siglo; por la manera de anunciarse en
ese minuto longo de la medianoche, por ser el más costoso, por convertirse en
la presentación más multitudinaria en Mestalla y por romper el tope salarial
hasta la fecha.
Etiquetas heredadas de una operación
de enjundia, circunstancias que el vallecano digiere con la aprehensión y
madurez acordes para la ocasión. Pero paralelamente, la fuerte sacudida del
ansia viva provoca la lucha intestina entre el guardafrenos médico y el
futbolista que se siente en deuda con su club, que quiere unirse a sus compañeros,
que desea cautivar a la grada que por momentos le abrió las puertas del Olimpo
valencianista. Lo tiene marcado a fuego en su retina impertérrita.
En la bizarra porra
de su debut estamos carcomiendo, presos del prurito indómito, parte de ese
sosiego propio de la prosperidad que requiere una lesión tan importuna como la
del ‘7’, espoleando sin anestesia a que el ariete excitizen
intente frenéticamente enfundarse la casaca blanquinegra sin pasar por el arancel del dolor
que amartilla cada paso retransmitido. Por suerte no hay prisa, hasta hoy somos el equipo, tras los
rodillos supraterrenales, más
goleador de la liga, con un torrentí de portada enfrascado en redituar una cantera pingüe.
NEG7EDO, vuelve, pero cuando las comisuras de tu dedo soporten el peso del delantero
bomba que eres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario