El letargo
valencianista de estos últimos años ha cegado y cebado a los que ahora les
incomoda que esté incordiando ahí arriba con su buen inicio y mejores
sensaciones de equipo enchufado y armonizado. Les sobrepasa, no pueden
evitarlo, se palpa a kilómetros. Y eso se traduce en la irritabilidad de las
opiniones que vierten y en el trato tendente de la información, siendo pasto de
su indigesto parcialismo. Que referente al Valencia, pervive enraizado.
Conforme
los niños de Nuno han ido despejando las dudas razonables y desflorando su
potencial, con mayores cuotas de protagonismo en los medios nacionales que de
costumbre, el nivel de alerta de los aversos ha ido aumentando hasta el punto
de fabricar comparaciones odiosas para deslucir al nuevo inquilino del ático
liguero. Pero desde dentro, abominable y erróneamente, se les pone en bandeja
de plata el clavo ardiendo para el falaz desvío de atención, intoxicando el
grueso de noticias ches.
El Valencia, en
territorio mesetario, es club non grato, se le suele poner la zancadilla a cada
oportunidad emergente, siendo víctimas del ninguneo más rastrero, de manera
arbitraria, y lo que es peor, con doblez. Hoy te alaban, para mañana manipular,
pasado te aplauden, para terminar pisándote. Sello de quien se cree por encima
del bien y del mal, esgrimiendo predicamentos clisados. Molestamos, ergo
estamos de regreso.
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