No, no es la famosa banda de música
alternativa, sino aquella que circunda el eje antitético a la operación del
traspaso accionarial que parece estar quemando sus últimos cartuchos.
Con el mismo ímpetu inconformista
de las que hasta hace poco desfilaban por el verde de Mestalla, la banda de ex escupe,
cual eyaculador precoz, discursos precarios anclados en el pleistoceno
valencianí. Abrazados, eso sí, a un apócrifo arraigo regionalista con tintes xenófobos, siendo precursores del chevinismo (dícese del chovinismo
autóctono) que soflama sobremanera a la parroquia valencianista, incluida la de más allá de Requena.
Que sean voces autorizadas, más
por el cargo ostentado que por sus sentires, no les convierte en consultores de
ley con palco VIP, más cuando están corroídos por la oportunidad perdida, el barco que puede
zarpar sin ellos, mostrando un acomplejamiento esclarecedor; el contraste entre
pasado y futuro. Vetusta y morlaca, la banda de lo que fue y no volverá a ser.
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